Quisiera empezar la presente reseña con una anécdota que me contó un amigo mío hace tiempo.
Cuando él era niño, quería crear el sabor de gelatina más delicioso de todos. Para ello decidió juntar todos los sabores que más le gustaban pues, según su joven lógica, si por separado eran muy ricos ¡imaginen el sabor de todos al mismo tiempo! Como muchos de ustedes ya habrán deducido, el resultado dista mucho del éxito y fue, por decirlo amablemente, un desastre.
A raíz de lo anterior, mi amigo aprendió lo que significa realmente la frase “cantidad no es igual a calidad”. No por el hecho de tener tantos “buenos elementos” en la misma fórmula quiere decir que dará buenos resultados. Hay que ser muy inteligentes para hacer que funcione.
Desde que me contaron esta curiosa anécdota viene a mi cierta aprensión cuando escucho que un proyecto artístico planea juntar varios talentos o elementos con miras ambiciosas, pues hablando de materia cinematográfica, esto rara vez funciona.
Ahora que Ready Player One se ha estrenado y está en la cima del mame, uno puede encontrarse con miles de comentarios que alaban a la más reciente obra del legendario Steven Spielberg, enfocándose casi en su totalidad en la ya mencionada “gran cantidad de elementos”, lo que a su vez hace preguntarse ¿merece tanta alabanza? Echemos un vistazo.
Es el año 2045 y gran parte de la población es participe de “Oasis”, un videojuego de realidad virtual que revolucionó el mundo en casi todos los aspectos.
Su creador, James Halliday (Mark Rylance) murió cinco años antes de los acontecimientos narrados en la película. Previo a su deceso, anunció a todos que había dejado un “Huevo de Pascua” ocultó en algún lugar del vasto mundo del juego, el cual, le otorgará a quien lo encuentre las acciones del creador y el dominio total de Oasis. Para obtenerlo, es necesario pasar tres desafíos de alto grado de dificultad y obtener las llaves que se requieren para llegar a dicho huevo.
Nadie había logrado completar el primer desafío hasta que Parzival (Tye Sheridan) lo logra y la carrera por el dominio del mundo virtual y el futuro del mundo real comienza.
No es necesario debatir sobre las tremendas capacidades de Spierlberg en la dirección. Sabemos lo que su poderosa imaginación es capaz de hacer y en esta historia, basada en el libro homónimo de la autoría de Ernest Cline, da rienda suelta de ello, regalándonos una obra de soberbio impacto visual y formidable lenguaje cinematográfico.
El equipo creativo entiende muy bien lo anterior explicado y da un trabajo a la altura de las exigencias: grandes diseños de personajes, vestuarios y escenarios, una mezcla de sonido envolvente (apoyado por un soundtrack de ensueño), y ni hablar de los exquisitos efectos visuales. Todo elemento se siente como un engrane que es parte de una gran y funcional maquinaria cinematográfica moderna.
El elenco es relativamente joven y desconocido, a pesar de ello, hacen un trabajo decente, por encima de la media, más no sobresaliente. Es menester reconocer el trabajo de Olivia Cooke en el co-protagónico e interés amoroso, Ben Mendelsohn como antagonista, Rylance quien plasma muy bien la taciturna y extraña personalidad del creador del juego y la efímera y divertida participación de T.J. Miller como i-R0k. Todos ellos, sin duda, son los mejores de la cinta.
Una gran parte del guion está llena de suspenso muy bien ejecutado que hace fluir la trama con partes ciertamente predecibles. ¡Ojo! El hecho de ser predecible no quiere decir que sea malo, pues hasta para eso hay que tener gracia y saber hacer las cosas. Hacia el final de la proyección uno ya sabe lo que va a ocurrir y eso le da coherencia y continuidad a la historia.
Con tantos elementos, easter eggs y referencias saltando por aquí y por allá durante 140 minutos ¿la película no termina saturándose y siendo incomprensible? Sorpresivamente para bien, no. Como dijimos al inicio de esta reseña, hay que ser inteligente para que funcione y Spielberg lo fue. Sin embargo, si no se tiene conocimiento de lo que se está hablando o lo que se está viendo no tendrá tanto sentido. Por ejemplo, si usted no ha visto The Shining véala antes de Ready Player One, de lo contrario, se estará perdiendo de la parte más inteligente y divertida de la cinta. Lo que si se debe aclarar (incluso para los entendidos) es que la película debe verse, por lo menos, más de cuatro veces para poder ver casi todas las golosinas visuales disponibles (sí, casi todas).
Entonces ¿RPO merece tanta alabanza? Para ser completamente objetivo, la respuesta es no. Sí, es una gran película, tiene gran impacto visual, es muy entretenida e incluso, su popularidad podría darle el estatus de “culto” en un futuro, pero de eso a ser “la nueva favorita”, “una oda al mundo geek” o “la gran obra maestra de ciencia ficción” como muchos otros colegas la han llamado hay mucha diferencia, sobre todo si solo están considerando la cantidad de personajes y referencias.
La película cumple y sobrepasa apenas la expectativa. No es “el crossover más ambicioso de la historia” ni superará a grandes películas que han hecho este experimento, como por ejemplo ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (curioso que ambas están basadas en libros y con Spielberg metiendo mano) pero trascenderá con reacciones positivas.
Cinta muy entretenida que no caerá mal ver más de una vez y que podría orientar a todos aquellos que se sientan atraídos por la cultura geek y pop a entrar, de buena manera, a este maravilloso mundo.
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