Desde que los escritores y dibujantes de comics dieron rienda suelta a su creatividad, hemos sido testigos de muchísimas historias geniales. Entre ellas, disfruto mucho aquellas que nos muestran realidades paralelas, los múltiples “¿Qué pasaría si…?” de Marvel, al igual que su serie Noir, así como la variedad de multiversos en ambas editoriales matrices, tanto Marvel como DC. Pero de estas, las que se lleva el premio a mi criterio es la brillantemente escrita historia de Mark Millar, en donde nuestro kryptoniano favorito cae en una zona rural de Ucrania en auges de la Guerra Fría, en lugar de Kansas.
Es difícil elegir un punto de partida. ¿La genia contraparte del Hombre de Acero? ¿La benevolencia de Superman por encima de los tejemanejes políticos? ¿El involucramiento de otros héroes y villanos, en formas diferentes? He disfrutado este comic cerca de la docena de veces, la historia parece no aburrirme nunca.
En sus primeras páginas, Superman es un mito. Un ser inventado, una especie del Gran Hermano como el que Orwell describía en su excelente obra, 1984. Secretos, decires, murmullos… Nada parece dar paso a una realidad sobre el superhombre soviético (algo bastante característico de la época, a decir verdad).
Se evidencia en este comic que la aproximación de izquierda del hombre de acero no lo hizo perder el rasgo que lo asemeja más a la gente que salva todos los días de sí mismos y otras amenazas: la bondad. Es verdaderamente épico ver a Superman entrar al espacio aéreo de los estadounidenses para impedir que un satélite artificial haga añicos a Metrópolis… Y de paso, devolverle a un niño su globo. Súper corrongo, como siempre. Ver como el Superman mano derecha de Stalin se incomoda al estar perdiendo el tiempo frente a un desfile de armas de aquellos propios de la Unión Soviética, cuando podría estar salvando vidas (aunque muchas veces por imprudencia de la gente, como un capricho para que el caballero en mallas acuda a su rescate) solo hace más hincapié en su humanidad, aquello que lo hace débil en su aspecto más moral. No se puede vestir a los dioses de hombres.
El Luthor de esta historia es verdaderamente genial, en todo el sentido de la palabra. Sus múltiples intentos para derrotar a Superman, su falta de compasión, al igual que su comicidad y excentricismo, dan aportes ricos al comic, con los que más de uno esbozará una sonrisa torva ante los comentarios sardónicos de este personaje tan bien logrado. Su ambición, su deseo de superioridad -cof, cof, complejo- lo hunden en una empresa tan profunda y codiciosa, que una vida entera le toma lograrla. Y esto no sin ayuda, claro está. Indirecta o directamente, el hombre más inteligente del mundo se hace aliado de famosos personajes.
El Caballero Oscuro también hace su aparición, y como siempre, con ideologías contrarias a las de Superman. Como él mismo lo describe: “Batman, una fuerza del caos en mi mundo de orden perfecto”. Y sí, su ancestral conflicto se da aquí también. Y sí, Batman queda a punto de ganar. Y sí, un evento fatídico-fortuito hace que el hombre de acero venza al final. Y sí, son estos enfrentamientos los que hacen que la fanbase del Vigilante de Gótica crea que su héroe puede hacer lo imposible.
Pero esto solo puede compararse al desenlace de la historia. Sus últimas fases son inesperadas, un Superman todopoderoso contra un Lex desesperado, quien le lanza todo lo que tiene con tal de ser el vencedor en tan antigua pugna. Décadas de intentos fallidos, cuando el arma infalible para acabar con el superhombre estuvo siempre a su alcance, antes de los millones, antes de la tecnología increíble que alcanzó, antes de todo su intelecto. Sin afán de hacer spoiler, es crudo, es genial. Es el equivalente a una patada en el área genital con botas de punta de kryptonita.
Me encanta el sabor grisáceo de la obra. En esta historia no hay mal, ni bien, hay consecuencias y opiniones. Dos bandos con ideas diferentes, pero fines parecidos. Además, a diferencia de muchos productos norteamericanos situados en esta época, la balanza nunca se inclina del todo hacia el Tío Sam, ni hace ver a los comunistas como seres infernales (Sí Rocky IV, me encantas, pero eres mucha propaganda). Cuentan la historia con gran detalle, una historia encantadora. Sé que es cosa de gustos, pero Hijo Rojo es imprescindible para los fans -y no tan fans- de Kal-El. Adicionalmente, la obra cuenta con una adaptación en forma de motion comic, más asemejado a una película animada; pero igual de extraordinaria. La leería muchas veces más, toda una obra maestra.
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