¿Qué sucede cuando la fuerza imparable conoce al objeto inamovible?
Simple, se rinden.
A excepción de que estos sean representados como Doomsday y el Hombre de Acero, respectivamente. Ahí, no hay bandera blanca que valga. Lo hemos visto en muchos medios y formas, y creo que parte de la mente colectiva que todos los comiqueros compartimos con tanto cariño, sabe que estos dos se matan, o se matan. Es parte de lo que amo de los enfrentamientos entre la Monstruosidad Kryptoniana y Kal-El, verlos pelear apostando a todo, con los guantes fuera y sin llamadas a la precaución, al preaviso. Es todo un deleite para los sentidos geek.
Los Nuevos 52 (o viejos, ya que Jon Osterman hizo suceder a DC Rebirth) no necesariamente brindaron su gama de historietas inolvidables para Superman. Hubo un par de números con dibujos excelentes, pero nada que perdurara demasiado. A la mitad de las páginas, se leía más por amor que por otra cosa. Pero si tuviera que elegir una historia del Hombre de Acero en esta continuidad, definitivamente sería Superman: Doomed.
Doomsday puede acabar con todo ser en el Universo, este malvado ente cuyo único fin es la destrucción y la muerte, no lograría tal cometido por su fortaleza, velocidad, resistencia y fuerza sobrehumanas, invulnerabilidad y factor de curación acelerado; sino, por otra razón. Doomsday puede resucitar, siendo inmune a lo que lo mató previamente y con una que otra arma nueva a su disposición. A largo plazo (larguísimo, si tomamos en cuenta los poderes de Supes y todos los bienhechores), esta monstruosidad podría dar por terminada la existencia.
En su final de personaje de Injustice, Doomsday había exterminado por completo a la Tierra y sale en búsqueda de nuevas formas de vida que destruir. Incluido el Czarniano sardónico y violento.
¿Qué significa esto? Que si lo agarrás a macanazos y lo matás una vez, a la segunda la macana estará obsoleta y no podrás, pero ¿quién más que él para ser el villano que más figura en este extenso número? Suele dársele crédito a los héroes por sus villanos y Doomsday no es la excepción.
El inicio del fin
Doomsday regresa a hacer estragos por el planeta verde y es tarea de los héroes más poderosos detenerlo. Sin embargo, esta vez tiene en su arsenal un arma mortífera nueva: su cuerpo emana esporas que destruyen cualquier forma de vida en el aire en segundos (Steel intentó vérselas con el villano solo para acabar derrotado sin la necesidad de un solo golpe de Doomsday). El Hombre del Mañana, más temprano que tarde, estudia la gravedad de la situación; y se va con su rival fuera de la Tierra para proteger a los inocentes de la apoteósica batalla. Esta pelea es de lo más cruda, con un Superman entendido, que conoce que debe acabar con la amenaza cuanto antes y un Doomsday más cruel que nunca.
En un punto aparte, me habría encantado ver más páginas de sus mecos, pero bueno, no todo se puede tener en la vida. Concluye la pelea de la forma más violenta. Superman parte a Doomsday a la mitad, dejando miles de las esporas asesinas a merced del espacio, para llevárselas donde quisiera. Clark, pensando en los inocentes nuevamente, resuelve inhalar todo lo que las mitades del difunto cuerpo de Doomsday desprende, terminando desgastado física y psicológicamente.
El comic adelanta mucho tiempo después de este evento y hace constar que el Hombre de Acero estaba desaparecido desde entonces. Diana, preocupada, busca a Clark en su casa en Metrópolis, pero la realidad resultó ser más aterradora que las suposiciones.
Debido a la inhalación de las esporas, Superman se transforma paulatinamente en Doomsday, o más bien, una descomunal versión de ambos.
…¿Y ahora?
Desde que se dio cuenta de su extrema condición, Clark utilizó su determinación y coraje característicos para mantener la enfermedad a raya. Con un aspecto progresivamente más monstruoso, intentaba ayudar al orbe como lo hacía antes, pero visto con ojos no tan bondadosos como los de antaño.
Superman mantenía un cierto nivel de auto-control sobre su condición, ya que en su mente se libraban batallas en todo momento, entre él y la malvada contraparte que poco a poco se apoderaba de su cuerpo y poder. El llamado Superdoom, es el Hyde de esta historia. Necio, violento y sin escrúpulos, se inclina tanto la balanza a la perdición, que el Hombre del Mañana se ve obligado a reclutar a las mejores mentes del mundo para que le ayudaran. Y es así como, en uno de esos extraños milagros de los comics, Batman y Luthor unen fuerzas para un fin común. Aún sabiendo que Luthor pretendía estudiarlo y no cooperar, Superman accede a contar con la mente del magnate de Metrópolis, pues tan crítica es la situación para sí y para el mundo.
Alrededor de una semana transcurre en la que Superman está resoluto, pero su carácter se vuelve débil al evolucionar la transformación y le da al mismo Clark el temido efecto de las esporas anteriormente mencionadas: acabar con cualquier forma de vida cercana. El Hombre de Acero, afligido, vuelve otra vez a su exilio auto provocado; esta vez en medio de un desierto. Steel (ahora en todo su aceroso esplendor), uno de los únicos que puede estar cerca de Clark sin importar de los peligrosos efectos secundarios, intenta ayudarle, instarle a que siga luchando, a que aprenda de los Linternas y use la voluntad como un arma. Para desgracia de ambos, el ejército irrumpe en la escena, con una cantidad verdaderamente estúpida de Kryptonita.
Decía Albert Einstein: “Sólo hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana” Oh, la estupidez, la gran estupidez, tan fresca y renuente como la caca que el zapato matutino no ve en la calle. El maravilloso plan de las potencias armamentísticas del mundo fue llenar la atmósfera del planeta entero de Kryptonita, haciendo que Clark perdiera la batalla (temporalmente) en sus adentros y liberando a Superdoom, más fuerte que nunca.
Se requieren dos guerreras élite de Themischyra para enviar a Clark (¿o Superdoom?) fuera de la faz de la Tierra, en donde, lentamente, el Hombre de Acero inicia de nuevo su camino hacia lo que lo define, hacia ese símbolo que inspira mediante la esperanza y la bondad, a ese valiente y empático héroe que piensa en el bien común antes de sí mismo, hacia ese poderoso superhéroe con el escudo de la casa El en el pecho, hacia Superman.
La cambiante línea
Siempre he pensado que una novela gráfica se compone de tres cosas: la historia, los personajes y la historia. Hay gran variedad de amigos y enemigos (como es de suponerse, dada la extensión del número) del Último hijo de Kryptón en la línea argumental, quienes, antes de aburrir, enriquecen la lectura en interesan al lector. Los personajes son expertos en eso, Superman Doomed es como un enorme lienzo, en donde cada aparición, mención, plan o acción de uno de sus personajes es un bote de pintura, que se lanza aquí y allá; haciendo una mezcla algo extraña, pero en la que nunca se percibe el empalago o el aburrimiento. Son los fuertes diálogos y las propias interacciones de los héroes y villanos entre sí, los que le brindan el equilibrio pasivo/activo a la obra.
Y bien, El Club de la Pelea me enseñó dos cosas:
- Que no se habla del Club de la Pelea.
- Que muchas, muchísimas buenas historias, suelen tener giros.
Este número cuenta con uno, un poco previsible para los más fanáticos de Superman (como su servidor) pero que está lejos de quitarle a la obra su belleza. Los mismos Superdoom y Clark se alían en una situación, hay nuevas conquistas amorosas entre quienes menos se pensaba, en el final también vemos a un inesperado personaje… Doomed es una muy buena lectura, que, acompañada de un lápiz y dibujo de diez, se aleja del tedio y brinda una experiencia que, aunque no sea increíblemente diferente, es concisa y sabe darse y explicarse bien.
¿Una buena historia necesita más que eso?
La dualidad del personaje central, la dura batalla al más puro estilo de la segunda mejor escritura (criterio propio) de R.L. Stevenson, tiene un poder de enganche bastante poderoso. Una apuesta interesante. Doomed es lo mejorcito de Superman en los Nuevos 52 y por qué no, de los Nuevos 52 en general.
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