“El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce”
(Eduard Thomas)
Siempre he sentido una fascinación por la época de los samuráis, por el Shinsengumi y el corazón del bushido -el camino del samurái se encuentra en la muerte-; además, soy de las que piensa que todo tiempo pasado fue mejor. Durante el período Edo, propiamente en el último shogunato de Japón, existió un poderoso grupo de samuráis llamado Shinsengumi. Estos se encontraban al servicio del gobierno, pero realmente eran ronin (samuráis sin señor). Con el fin de este grupo, acabaron las historias de hábiles espadachines y honorables guerreros, dando paso a una nueva era, una era plagada de traición y armas de fuego.
El samurái era como la flor del cerezo, moría en su máximo esplendor, no se marchitaba con el tiempo. Estos guerreros eran hijos del sol naciente, destinados a recorrer un camino de virtud y pervivir en el recuerdo, convirtiéndose en mitos. Si pudiera viajar atrás, me hubiera gustado vivir en aquella época de combates justos y honor.
No es sorpresa que uno de mis animes preferidos es Rurouni Kenshin y cada vez que puedo, veo 47 Ronin y El Último Samurái. Tarde o temprano, tenía que encontrarme con Hakuouki Shinsengumi Kitan y agregarlo a mi lista de favoritos. La parte histórica es el núcleo de este anime, inclusive se conservan los nombres reales de los miembros del Shinsengumi. Asimismo, el argumento se apoya con elementos fantásticos del folclor japonés.
La protagonista de este anime es Yukimura Chizuru, la cual viaja a la capital siguiendo los rastros de su desaparecido padre. Chizuru es atacada por un rasetsu (especie de vampiro) y rescatada por un grupo de samuráis pertenecientes al Shinsengumi. La joven es acogida por estos guerreros, que coincidentemente también se encontraban buscando al padre de Chizuru.
En lo personal considero que es un muy buen anime, si se pasa por alto el escaso aporte de la protagonista en la trama y lo repetitivas que se pueden tornar algunas peleas. Dejando de lado esos dos aspectos, la historia es increíble. Debo aceptar que por ahí del episodio 18, perdí la compostura y sin darme cuenta, estaba llorando a cántaros. No hay compasión por ningún personaje, ya que la muerte es el único factor común. Si realmente aprecian la historia japonesa y se identifican con mi nostalgia por aquellos guerreros de antaño, los invito a ver este anime.
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