El galardonado cineasta mexicano Alfonso Cuarón ha manifestado en más de una ocasión su disgusto por el cine moderno, alegando que se ha alejado bastante del lenguaje cinematográfico que hizo de ésta disciplina un arte. Para explicar con más claridad esto, citemos al propio Cuarón:
Tú puedes ir a Cinemex a ver una película, entrar a la sala y ver la cubeta de las palomitas por dos horas sin prestar atención a la pantalla y aun así, sabrás de qué trató la película.
En pocas palabras, hoy día es muy difícil ver aquel cine que nos inyectaba las mejores partes de una historia a través de imágenes.
Tomando en cuenta lo antes dicho, cuando se escucha que hay una película de suspenso arrasando las taquillas, cuya trama es, por lo menos, 90% lenguaje cinematográfico puro y que además las criticas (opinión del maestro Stephen King incluida) la alaban a tal grado de considerarla “la mejor película de terror del año” (aunque estemos en abril), no se puede evitar ir y comprar un boleto para ser testigo de un acontecimiento cinematográfico que, a decir verdad, debería ser más común de lo que es.
Con tan apantallantes credenciales, “Un lugar en Silencio” hace su aparición en las carteleras dispuesta a dejarnos sin habla. ¿Lo han conseguido? Estamos por verlo.
Ambientada en un futuro post apocalíptico, somos testigos de cómo la humanidad ha sido sometida por una suerte de monstruos adimensionales que atacan a todo aquello que provoque ruido, por mínimo que éste pueda ser, obligando a la humanidad a vivir literalmente en silencio, adaptando el lenguaje de señas para comunicarse y dando un giro de 360 grados a su cotidianidad.
Es bajo estas circunstancias que un hombre (John Krasinski) intentará poner a su familia a salvo, lidiando con la perdida de uno de ellos, la discapacidad de su hija, la inseguridad de su hijo y el embarazo de su esposa. ¿Lograrán ser lo suficientemente silenciosos para llegar al siguiente día?
Krasinski, quién además se calza los zapatos del protagonista y funge como guionista, tiene muy clara la visión que quiere plasmar en esta cinta, usando como eje el ya mencionado lenguaje cinematográfico. En primera instancia, quiere que el espectador esté muy atento a lo que ocurre en la pantalla, pues gran parte de los detalles que cuentan los porqués están escondidos por ahí en periódicos, anuncios, etc., convirtiéndose en un soberbio rompecabezas visual.
El cuidado al detalle es formidable. Considerando que no se debe hacer ruido, los personajes van descalzos por caminos de cal que ellos mismos forman, evitan comer cosas ruidosas como papas fritas, no usan platos o cualquier utensilio que pueda generar ruido y se comunican con señas y gestos. Todo esto en conjunto crea un atmosfera atiborrada de tensión y suspenso, que provocará en el espectador la necesidad de no parpadear.
El equipo con el que Krasinski cuenta ayuda a que su visión se plasme con fidelidad. Explotando al máximo los recursos disponibles y diseñando criaturas que si bien son ciertamente genéricas (medio recuerdan al Demogorgon de Stranger Things) hacen que luzcan bastante bien. Eso, junto a otros elementos como escenarios y lugares clave, logra crear toda la atmosfera de la cinta.
El departamento de actuación se ha volado la barda. Emily Blunt, sin lugar a dudas, se lleva por completo la película con una actuación que oscila entre lo sublime y lo estresante. Por su parte, la pequeña Millicent Simmonds (sordomuda al igual que en su papel) hace un gran trabajo también, desarrollando un personaje con un potencial impresionante que nos dejó con ganas de un poco más. No hace falta citar al director/guionista/protagonista, pues el entendimiento y tratamiento de la historia que el mismo creó dirige la cinta exactamente a donde la quiera llevar, y funciona muy bien.
El guion da para una proyección de 90 minutos en los cuales el nerviosismo está latente desde el segundo 1. No hay un solo cuadro de cinta desperdiciado. Todo se desarrolla con naturalidad y gracia, como pocas veces se puede ver en el cine de horror/suspenso contemporáneo. Sí, tienden a recurrir al sobrevaluado “screamer” pero hay motivos para ello y no lo explotan más allá de su auténtica razón de ser. El detalle aquí está en que la película sube y sube su intensidad sin parar y cuando está en su punto cumbre, todo termina, desembocando en un final anticlimático que, siendo abierto, da a pensar en una posible secuela que bien podría transformarse en franquicia.
Entonces ¿”Un lugar en Silencio” es en verdad la película de terror del año? Por lo menos en lo que va del año, la respuesta es sí. De hecho, figura en el top 5 de las mejores de lo que va en este 2018, sea del género que sea. Restaría objetividad el dudar que haya otra película en su estilo que supere esta obra, recordando el mes en el que estamos, pero el panorama luce muy difícil para la competencia.
“Un Lugar en Silencio” no es para cualquiera. Demanda mucha atención. Si usted no está acostumbrado a largos minutos de silencio, si prefiere acción desenfrenada y diálogos extensos, no vaya a verla, pues terminará durmiéndose. Esta película tiene una pequeña dosis de todo lo que gusta del cine, pero empleados de manera inteligente, dedicados a aquellos que realmente se toman su tiempo para disfrutar de una buena película, de esas que saben hablar el lenguaje del cine, de esas que harían que Cuarón sintiera un poco más de gusto por el cine moderno.
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