Los tiempos están cambiando, cantaba Dylan a principios de los sesenta, cuando aún no había electrificado su sonido, cuando aún era apóstol del folk. Se quedaba muy corto, al menos en cuanto al cómic respecta. Es fue, ese es, el camino del noveno arte a través de los tiempo. Que derribaba límites como un rinoceronte enfurecido, en especial desde que los superhéroes aparecieron a finales de los años treinta. El cambio como rutina constante.
La aparición de Superman, de Batman, la Antorcha Humana , el Capitán América, Submariner, y otros, que contribuyeron a hacer más llevadera la depresión americana y la guerra que venía a continuación, fueron un revulsivo y un fenómeno social, pero ahí no quedaría todo. Eso sólo era el comienzo. En los años cuarenta, se popularizaron los supergrupos de héroes unidos, aunque poco tiempo después, casi ningún héroe lograría sobrevivir a la falta de interés y de ventas que produjo el final de la guerra, que trajo otro tipo de intereses e inquietudes. Aquel primer fin de los héroes disfrazados no acabó con el cómic, tan sólo se había cambiado el género predominante, que serían el de horror y el policíaco los que esta vez presidieran las estanterías de los quioscos.
Otro cambio atroz que el medio sufrió fue el que provocó el psiquiatra Fredick Wertham, que se despachó a gusto con el cómic en su libro “La seducción del inocente”, cargando contra todos los géneros, y con especial saña el de los superhéroes, a los que acusaba de incitación a la violencia, al delito, y a las perversiones sexuales de todo tamaño y pelaje, entro otras barbaridades que soltaba entre sus páginas, según declaraciones de la época. Eso provocó una nueva crisis y una maledicencia generalizada que llevó a muchos autores a emigrar a otros sectores profesionales, algunos durante unos años, otros para siempre, para poder ganarse la vida.
Tras unos años con la ciencia ficción, porque era el género más inocuo para seguir publicando, como género de cabecera, amanece Marvel con el regreso del género superheroico, que vuelve a cambiar el panorama editorial, incluso de su competencia, que vendía bien a pesar de todos los problemas. Se cambia el trasfondo de las historias, los arquetipos de los personajes, e incluso hasta la misma forma de crear cómics, y el público respondió del mejor modo posible, convirtiendo más que nunca al cómic en un arte perdurable por propio derecho, al igual que los demás.
Ésta es una industria de cambios, que sorprenden, que a veces rompen con todo lo anterior, aunque a veces no gusten demasiado. Los autores ganaron relevancia sobre los personajes, las historias se densifican, se refinan, o se oscurecen. Los mismos personajes clásicos sufren incontables modificaciones, de aspecto, comportamiento, o incluso de esencia misma, no pocas veces.
De todas las artes, la del cómic es el que más flexibilidad y sencillez posee para el cambio, de la forma más rápida y radical, si cabe. Es el más versátil de todos ellos, con una velocidad y un ritmo en un corto periodo de tiempo que ningún otro puede alcanzar. Cambios continuos que se han convertido en una especie de estandarte del medio, y a los que su público asiste con la respiración entrecortada.
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Y hablando de cambios, ésta interesante noticia nos revela otro:
https://www.collectible506.com/red-hood-recibira-una-nueva-apariencia-muy-pronto/