Rondaba el año 1993, tenía 7 años y mi padre me había regalado la Famicom -la versión japonesa de la popular NES– para navidad y junto con la consola venían los clásicos de siempre: Super Mario Brothers, Tetris, Circus Charlie, etc. Cerca de mi casa se encontraba una tienda de videoclub donde se podían alquilar cartuchos de Famicom, mi papá me llevó e inmediatamente elegí un cartucho que me llamó mucho la atención: tenía impreso a un ninja y unos caracteres que en ese entonces no sabía que eran japoneses. Desde muy chico que siempre tuve una afición por los ninjas, aquellos guerreros enmascarados con espadas curvas y shurikens que vivían aventuras increíbles. Este cartucho en particular era muy diferente: era un cartucho grande, gris y alto, muy diferente a los que yo tenía que eran del tamaño estándar que todos conocemos aquí en latinoamerica, así que por ese lado también me había llamado mucho la atención. Resultó ser que ese cartucho era de NES pero con un adaptador en la parte de abajo del mismo para Famicom que lo único que cambiaba era que el cartucho pasaba a tener 60 pines en vez de 72.
Llego a mi casa muy emocionado a probar este juego y desde el momento que lo inserté en mi consola, nunca más olvidé su nombre: Ninja Gaiden. Obviamente en ese momento no tenía idea de lo que “Gaiden” significaba pero cuando uno es chico hay ciertas palabras que nunca se te olvidan.
Por supuesto estamos hablando del Ninja Gaiden conocido en Japón como Ninja Ryükenden, desarrollado por TECMO y lanzado en 1988 en Japón, 1989 en Norteamérica y 1991 en Europa. Es un side-scroller con muchísima acción y con una particularidad que muy pocos juegos tenían en ese tiempo: cinemáticas, lo cual lo volvía una historia muy envolvente desde el momento en el que empiezas a jugar; una historia que en ese momento no entendía ya que la versión que yo jugaba era en Inglés y con 7 años no podía pedir mucho más allá de escuchar los cassettes de Queen de mi padre.
Con sólo ver a ese ninja (que años después aprendí que se llamaba Ryu Hayabusa) en mi viejo televisor sabía que iba a ser un juego increíble. Recuerdo haber quedado pegado horas frente al televisor, recuerdo la música, los gráficos tan geniales que tenía (que superaban por mucho al de Super Mario Bros.), pero más que nada recuerdo esa figura del ninja saltando y blandiendo su espada, acabando con los enemigos una y otra vez hasta llegar a un jefe al final de cada escenario, que daba lugar a una nueva cinemática para contarte aún más de lo que estaba ocurriendo.
La historia inicial era muy simple: el protagonista es Ryu Hayabusa, un ninja que quiere vengar la muerte de su padre (que lo aprendes ni bien empieza el juego, en esa legendaria presentación de los dos ninjas corriendo en un campo abierto y cruzando espadas en el aire) y termina viajando a Estados Unidos por una carta que dejó su padre antes de morir; y sin darse cuenta se ve envuelto en un plan malévolo perpetrado por “El Jaquio” para dominar al mundo con poderes demoníacos utilizando dos estatuas antiguas como catalizador. Conforme sigues jugando te encuentras con temáticas y escenas dignas de una película Noir que no pensabas que ibas a encontrar en un videojuego de finales de los 80: misterio, drama, conspiraciones y espionaje. Esta maravillosa idea salió de la mente de Hideo Yoshizawa, un director que lamentablemente pasó muy desapercibido en la escena de los videojuegos después de su desarrollo en los juegos de Ninja Gaiden de NES, exceptuando la joya oculta que fue Klonoa para la PSONE.
El juego en sí también era simple: traslación izquierda o derecha, según el escenario, vencer a los enemigos con tu espada, recoger “ninpos” de diferentes utilidades para ayudarte en el nivel; todo esto en una magnifica sucesión de 20 niveles divididos en 6 actos…infernalmente difíciles.
Fue uno de los juegos retro más difíciles que he jugado; la ubicación de los enemigos y su “hitbox” (básicamente las zonas donde puedes pegarle al enemigo) eran tan variables que por veces creías que lo ibas a eliminar y sin embargo te terminaban dando; el “retroceso” que tenía Ryu cada vez que lo golpeaban, haciendo que rebotaras contra otro enemigo si es que se encontraba detrás o delante tuyo; el respawn, que era literalmente infinito y tenías que matar al mismo enemigo una y otra y otra vez hasta que por fin avanzabas, por esta misma razón los enemigos voladores eran tu mayor reto porque iban y venían y hasta se multiplicaban si retrocedías en el escenario dando lugar al bendito respawn.
Este juego me enseñó lo que es la paciencia y lo que es calcular los tiempos para poder atacar y moverme, mucho más de lo que cualquier Megaman pudo haber hecho en su momento. Con 7 años de edad y dos días de haber jugado este juego sin parar, no había llegado a terminarlo y tuve que devolverlo al videoclub donde nunca más pude conseguirlo porque la tienda había cerrado meses más tarde y nadie vendía cartuchos NES con adaptador libremente por la ciudad (de más está decir lo caros que eran). Tuve que despedirme de Ryu Hayabusa y sus magnificas aventuras muy repentinamente, pero estaba seguro que volvería a encontrarme con él…específicamente 8 años más tarde.
Hasta aquí la primera parte de este artículo acerca de el juego que marcó mi vida y que me convirtió en el geek que soy; ¡acompáñenme para la próxima entrega!
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Mientras tanto checa este otro artículo de este tan esperado regreso!
https://www.collectible506.com/c506-nintendo-classic-mini-famicom-anunciado-para-japon/