Seguramente hace años conociste el Club de la pelea (o cómo la denominaron en España, El club de la lucha), probablemente viste la magnífica película dirigida por el gran David Fincher (Alien, Seven, The social network) y protagonizada por Edward Norton, Brad Pitt y Helena Bonham Carter o tal vez, solo tal vez, leíste la novela de Chuck Palahniuk, publicada en 1996, tres años antes de que la película viera la luz.
También es factible que te haya encantado la historia, como a millones de personas que elogiaron la crítica a la sociedad de consumo, la adoración al caos para refundar la sociedad, la ausencia de figuras masculinas para la generación “actual” o incluso la dependencia emocional por las relaciones enfermizas.
La obra impactó fuertemente en la cultura popular y algunas de las frases mencionadas por los protagonistas se volvieron sumamente populares, tenemos algunos ejemplos:
“Somos una generación de hombres creados por mujeres. Me pregunto si lo que necesitamos realmente es otra mujer”.
“Me daban pena los hombres de los gimnasios, intentando verse como indicaban Calvin Klein o Tommy Hillfiger.”
“Únicamente cuando se pierde todo somos libres para actuar.”
“Tú no eres tu trabajo, no eres cuánto dinero tienes en el banco, no eres el auto que conduces, no eres el contenido de tu billetera, no eres tus malditos pantalones. Eres la mierda obediente del mundo.”
Y mis favoritas:
“La publicidad nos hace desear autos y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy encabronados.”
“Caballeros, bienvenidos al Club de la Pelea… La primera regla del Club de la Pelea es no hablar del Club de la pelea, la segunda regla es ¡no hablar del Club de la Pelea!”
Después de este impacto generacional ¿Qué sigue? ¿es relevante hacer una secuela? ¿puede aportar algo más a la historia? Y tal vez lo más importante ¿el escritor es capaz de superar su propio trabajo?
Casi veinte años después de publicar su libro, Chuck decidió publicar la secuela, pero quiso experimentar en un medio diferente, el comic, fue influenciado por Brian Michael Bendis, Matt Fraction y Kelly Sue DeConnick para experimentar en este nuevo formato.
La primera entrega fue en el comic “Fight Club/ The Goon/ The Strain” publicado para el Free Comic Book Day de 2015 de la editorial Dark Horse Comics, donde se establece el puente entre el final de la novela y esta nueva entrega, después la mini serie se publicó en diez entregas de 2015 a 2016.
Tenemos a Sebastian, el verdadero nombre del narrador de la obra original, casado con Marla y con un hijo de diez años, es, nuevamente, un hombre mediocre e infeliz, aletargado por medicamentos controlados a los cuales está encadenado, Marla es igualmente infeliz, atrapada en un matrimonio sin amor ni emociones, acude regularmente a los grupos de ayuda de enfermos terminales para buscar paliar sus carencias emocionales.
Ante esta insatisfacción Marla decide sustituir los medicamentos de Sebastian por placebos para dejar salir a Tyler Durden, si el mismísimo Tyler, el megalómano, cínico e icónico Tyler, y, como te lo imaginaste, esto no puede salir nada bien.
Así vemos que, además de satisfacer sexualmente a Marla, Tyler continua con sus planes para desestabilizar el mundo como lo conocemos, además, provoca un incendio en la casa de Sebastián matando, aparentemente, a su hijo, Junior y nos enteramos que el siquiatra de Sebastián, quien lo visita tres veces a la semana, desde hace tiempo ha dejado libre a Tyler por el tiempo que dura su sesión de terapia.
La investigación policiaca revela que el cadáver encontrado en el incendio no es Junior, es un recluta novato del nuevo programa de Tyler “Projecto Caos”, igualmente, nos enteramos que los padres de Sebastián murieron en diferentes incendios cuando él era un niño.
Marla le revela a su esposo que lo ha estado engañando con Tyler (si lo podemos considerar un engaño), con esta información y después de ser golpeado por su esposa, Sebastian decide regresar a la casa abandonada de sus padres, donde se lleva a cabo el reclutamiento para el “Proyecto Mayheim”, también Marla Singer busca ayuda con sus “amigos” del grupo de terapia del “Síndrome de progeria Hudchinson-Gilford” que causan envejecimiento prematuro de las personas.
A partir de ahí vemos a Sebastian introducirse en las entrañas de la organización de Tyler, con el problema que, cada que duerme, Tyler es libre para continuar con sus planes, mientras Marla viaja por el mundo en busca de su hijo con la ayuda de sus amigos, descubriendo que hay grupos de distintas corrientes basadas en las leyes del club de la pelea original, así hay grupos de escritores, de cineastas, de bebedores, entre otros.
La historia se va complicando, cuando el psiquiatra analiza la naturaleza de Tyler, su dependencia temporal de Sebastián y la explicación de que Tyler no es un trastorno, es una idea perdurable que ha pasado de una generación a otra en la familia de Sebastián y que ahora puede estar en el mismo Sebastián o en Junior.
El asunto se vuelve bastante extraño cuando vemos al mismo Chuck Palahniuk construyendo la historia con un grupo de personas, transformando el comic en una meta escritura, derribando la cuarta pared y evocando a Bastian Baltazar Bux, el lector que se convierte en un personaje y es capaz de modificar la realidad en aquel gran libro “la historia interminable” de Michael Ende.
El final es sumamente polémico, por un lado, tenemos lectores frustrados por este final, un final insípido y que rompe por completo con el hilo de los acontecimientos que vimos en la primera mitad de la historia, completamente alejado de lo que perciben como la esencia de la historia original.
Por el otro, tenemos a quienes entienden este final como la búsqueda de rompimiento con lo que el populacho ha construido alrededor de Fight Club, más aún con la película, al convertirse en lo que buscaba erradicar, un producto de consumo masivo, edulcolorandolo para las nuevas generaciones de cristal, transgresores de redes sociales y que encuentran la iluminación en las perlas de sabiduría que profieren como balazos exactos, los protagonistas.
Palahniuk aprovecha para ridiculizar, también, a los lectores insatisfechos, aquellos que exigen que las historias y sus finales sean tal y como ellos la imaginan, pero también se burla de sí mismo al no saber cómo finalizar correctamente su historia y burlar a sus personajes.
En lo particular me gustó, desgraciadamente me fue imposible no compararla con la historia original y palidece en el contraste, aun así, es bastante buena y también deja un par de buenas frases, como pensar ¿Por qué amamos más a las personas en el momento después que las lastimamos?
El dibujo está a cargo de Cameron Stewart (Batman and Robin, Catwoman, Seaguy) quien, creo, falla en tratar de transmitir correctamente la historia, al menos en lo personal considero que no fue el mejor resultado, aunque es bastante cumplidor y las portadas están bellamente ilustradas por David Mack (American Gods, Alias, Daredevil)
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Calificación 8 /10
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