Nos gusta entretenernos, y si algo nos encanta nos volvemos fanáticos de eso, en este caso me refiero a los libros, comics, anime, manga, videojuegos, música, figuras, arte, entre muchos otros. El ser humano ha avanzado, ha inventado y ha refinado su entretenimiento hasta convertirlo en una industria millonaria, brindándole empleo a millones de personas y creando obras que consumen presupuestos muchas veces inalcanzables.
Lo cierto es que, como toda industria, el fin principal es producir una ganancia económica que signifique bienestar para aquellos que trabajan en estos lugares creando este contenido. Podemos hablar de cine, de videojuegos, comics, anime y manga, en conclusión aunque el producto es distinto, el fin es el mismo: ser consumido.
Vivir en estos tiempos, en los que constantemente se anuncian productos de entretenimiento con ambiciosas campañas de marketing, plantea una serie de beneficios, pero también una serie de retos. Y podemos llegar a la conclusión que el mayor reto para los que somos fanáticos de todo este universo Geek, es el no permitir que nuestro sentido crítico nos dificulte disfrutar lo que más nos apasiona.
Recordemos los tiempos en los que vivimos, el mundo entero ha estado encerrado por más tiempo del planeado y nos hemos convertido en carnada fácil del marketing excesivo. Esto no quiere decir que hay que caer en el conformismo o consumismo, debemos evitar ser un fan domesticado. El sentido crítico y la sana práctica de hacer un análisis mental, para separar lo bueno y lo no tan bueno, siempre deben estar presentes para tener un criterio despejado de ideas preconcebidas.
Es un mundo sensible, cambiante, maleable y como muchos dirían de cristal. Con diferentes generaciones interrelacionándose como nunca antes en la historia, y tratando de convergir en un punto de paz y tolerancia. Algunas veces la sangre en la cabeza gana y el fan tóxico sale a la luz y se piden cabezas de actores por nacionalidad, creencia, dar su opinión o simplemente discrepar con alguien.
No perdamos el norte, saquemos a nuestro niño o niña interior, aquel que se maravillaba con las cosas más pequeñas de la vida, con curiosidad pura, no mórbida ni destructiva. Disfrutemos de nuevo todos esos viajes hacia la imaginación sin distraernos en el camino. Pero tampoco perdamos en el camino a ese ser crítico, pero sediento de cosas nuevas y sobre todo no perdamos la oportunidad de disfrutar algo antes de juzgarlo.
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