Todo inicia por un algo. Como un Big Bang dentro de nuestro ser donde se empieza a crear algo, algo que es nuevo para nosotros, pero que tímidamente nos empieza a gustar y que crea un brecha importante después en lo que conocemos y que nos gusta a algo que realmente nos apasiona. Así podría ser mi definición del fanatismo que todos pudiéramos llegar a tener. En mi caso, los comics fueron mi mas grande pasión, desde que era niño.

Conforme pasaron los años, mi fanatismo se fue acentuando. Gracias a este hermoso vicio conocí gente extraordinaria, gracias a la cuál a algunos puedo llamar amigos. Me hizo recorrer lugares increíbles, pasar aventuras extraordinarias y momentos inolvidables. Uno de ellos fue en la convención de La Mole edición Noviembre 2017. Habían anunciado con bombo y platillo que vendrían casi todos los principales autores de uno de los cómics que marcó algunas generaciones: La muerte de Superman.

Y véanme ahí, al principio de todo. A un ciclo, que pasó delante de mi en cuestión de minutos. El rebobinar momentos claves en mi vida y que se me presente una oportunidad así. Logré juntar dinero y junto con mi novia me lancé a la Ciudad de México, sede de esta convención.

Ahí estaba yo, ese hombre joven de 21 años, que volvía a tener 6 años, conociendo a los que son los culpables de que iniciara en mi fanatismo. Dan Jurgens, Jon Bognadove, Brett Breeding, Doug Hazlewood y Mike Carlin vendrían a un solo lugar, y tendría la oportunidad de darles las gracias por esto.

Llegaría el día en el que cruzaría palabra con esos caballeros, que estrecharía su mano y que les dedicaría unas palabras, y que mejor que llevarles lo que inició todo esto: La Muerte de Superman.

Conseguí por fortuna una edición americana primera impresión para autografiar, porque, sinceramente, sentía algo raro al saber que podrían rayar mi tesoro, eso que celosamente guardo desde hace 15 años.

Llegó el momento en el que pasaría con ellos y pondrían su autógrafo sobre el cómic. A cada uno le decía “gracias por todo” (obviamente en inglés, porque el español lo entendían muy poco o nulo). Llego el momento de pasar con Dan Jurgens, con el “culpable” de haber matado a Superman. Me tocó mi turno y decidí que quería inmortalizar el momento: dí mi teléfono a mi novia para que empezara a grabar. Cohibido, a lo lejos del vídeo, se veía como mis palabras salían desde lo mas profundo de mi, agradeciendo que gracias a él, existe esto, esto que me une con alguien que no ha pasado su vida conmigo, pero que me une a final de cuentas. Le conté brevemente mi historia y el solo me respondió “thank you for sharing this to me“, acto siguiente puso su firma en mi cómic, me dedicó su firma y además coloco “my best wishes“. Ese momento, si no lo tuviera inmortalizado, diría que había sido un sueño, pero no fue así. Estuve ahí. Yo lo viví, y como dice el comercial: “no tiene precio”.

Tal vez para él fue otro fanático que se emocionó en conocerlo; para mi, lo fue todo.

Salí de su mesa, y mi acto siguiente fue ver el vídeo. Se me cerró la garganta al ver ese preciado momento, al punto que se me nublo la vista por tal acto cual devoto en una iglesia. En ese momento sentí que había cerrado un ciclo. Un ciclo que había iniciado con la partida de mi padre hacia otro lado, y que ahora, tenía inmortalizada las firmas de los autores en el cómic que me había dejado mi padre, dedicándoles todo la firma a Rafael. Gracias al destino, el nombre es global, así como me llamo, se llama mi papá; y así como nosotros nos llamamos así se llama mi abuelo. Así llegamos al punto 0 en un par de pasos.

Y puede que el destino me tenga otros planes, pero de igual forma, como llegue a ser, espero provocar, directa o indirectamente, ese big bang interior a quién llegue a decirme papá. Así como mi papá lo logró en mí, accidental o intencionalmente.

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