Un 18 de Mayo de 1980, un chico de 24 años decidía colgarse en la cocina de su casa. Ese muchacho era Ian Curtis, vocalista y la cara visible de Joy Division.
Joy Division, esa banda que muchos dicen amar pero solo para hacerse los interesantes, es el más importante exponente del post-punk y su paso efímero dejó más huella que muchas bandas que llevan 30 años o más tocando. Ian Curtis llegó a ella por casualidad, cuando conocío a Peter Hook y Bernard Sumner en un concierto de los Sex Pistols, quienes lo ubicaban de otras tocadas y decidieron darle la oportunidad a este empleado de una tienda de discos en Manchester de ser el vocalista de la banda que estaban formando.
Pero Curtis no solo fue el tipo del baile raro, residuos de la epilepsia que padecía, sino que se encargó de ser el letrista, en esas líricas que nunca se tomó la molestia de explicar (ni a su público ya que los discos no tenían las letras como lo hacían otras bandas) plasmó los sentimientos de tristeza, desolación y dolor que cargó por tantos años.
Y fue al monopolizar la composición, que Curtis volvió Joy Division un gran performance, SU PERFORMANCE, frente a las narices de su público y los demás miembros, estaba entregando en cada canción una página de su carta de suicidio, las cuales eran musicalizadas con melodías que tenían una energía tal que camuflaban a la perfección sus intenciones.
Pero no tenía lo snob de Jim Morrison que decía que sus canciones eran “poemas musicalizados”, el solo estaba avisando lo que iba a hacer, y como un maestro del engaño dijo alguna vez que sus letras no tenían mensaje, que podian pensar lo que quisieran, pero sabemos que no era así, pillín.
Fue así como este gran performance llegó a su fin ese 18 de Mayo. Después de tantos colapsos provocados por su enfermedad, relaciones amorosas rotas y la depresión, su único amor, no sintió que le quedara algo y despues de un intento fallido (o ensayo), dio el gran cierre a un acto de 4 años.
Fue hasta después de su muerte que sus compañeros se dieron cuenta que fueron meras comparsas, al dar una revisión a las canciones y darse cuenta que todo ese tiempo Ian había escrito sobre el y nadie más. ¿Quieren una última prueba de esto? Después de cremar el cuerpo de su antiguo vocalista, los integrantes sabían que ya no podían llamarse igual, Joy Division nunca les perteneció. Así que decidieron regresar al escenario con un nombre que denota el sentido renovador: New Order y un estilo que traia sintetizadores y demás artilugios que invadieron la nueva década. Dejando atrás lo hecho con Curtis.
¿Entonces Ian Curtis era solo un drogata que alcanzó la trascendencia por morir joven? No. A pesar de lo egoista de su proceder (lo siento, fans), logró que mucha gente que se sentía así encontrara la forma de expresarlo o por lo menos de sentirse acompañada en su miseria, despues de estar por años aplastados por “La Buena Onda, El Amor y Paz” y sentirse obligados a portar una careta de felicidad. Es por ello que Joy Division sigue siendo de culto hasta nuestros días, porque el espectro emocional es atemporal y la alegría y la tristeza son solo colores del mismo arcoiris y ninguno es mejor que el otro.
Tal vez no es lo que buscabas, pero es lo que lograste, Ian.
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