Existe una frase famosa que se atribuye a Shakespeare.

“No existe nada bueno ni malo, es el pensamiento humano el que lo hace parecer así.”

Al pensar detenidamente en la figura de Lex Luthor, es inevitable que tal frase no se aparezca para ayudar a acomodar un poco las ideas.

Luthor, el genio, Luthor el magnate, Luthor el presidente… Ha sido una entidad polifacética por excelencia y cuyos verdaderos motivos van más allá de la avaricia y maldad con lo que lo representa

Desde sus inicios, Luthor siempre fue el mejor. Criado en una familia de millones de dinero y éxito, el pequeño Lex siempre destacó por ser un genio. Acarrea tal cualidad hasta sus días de adulto, en los que es propietario de la compañía más grande de la ciudad terrestre más avanzada: Metrópolis. Humanista al 100%, con su inteligencia y distinguido carácter, Lex sigue los pasos de los antiguos y buscaba usar su genio para el bien, la prosperidad y la evolución humana. Hasta que comienza a figurar en Metrópolis una veloz silueta roja y azul, un símbolo de bondad y esperanza, Superman. Y aquí es donde los motivos de Lex cambian completamente. Luthor, como todo humano, observa a Superman y se siente aterrado.

No aterrado por que sea más rápido que una bala, o que pueda fulminar a cualquiera con los rayos que tira de sus ojos, o que una vez le ganó a Atlas y a Hércules una lucha de brazo al mismo tiempo, no. Luthor está aterrorizado por la humanidad, en un sentido que dista de lo que podría hacer el Hombre del Mañana si un día despierta y decide acabar con todo.

Lex Luthor teme por su tan querida humanidad en un sentido más “progresista”. Luthor cree que la humanidad se va a estancar intelectualmente, y que Superman sería el primer escalón en la historia para que todos los humanos sean sometidos al yugo de los dioses que pululan sus mundos. Aquí es donde el fin parece ser un poco interesante, un humano luchando por la evolución de su raza. Pero no justifica los medios ni un poquito.

A partir de esto, crece en el hombre más inteligente del mundo una obsesión, una terrible búsqueda de formas de acabar para siempre con el Hombre de Acero. La mayoría de ellas siendo poco más que mini obstáculos para Superman, aunque también, es menester reconocer que no solo de derrotas está compuesta su carrera. ¿Recuerdan el arco Red Son? Luthor gana de la mejor forma posible. Una genialidad de plan, que hace buen énfasis en lo que Batman dijo antes de morir en el mismo comic: “Quizá no tengamos tus súper poderes, pero nunca subestimes el poder de la mente humana. Llevamos el arma más poderosa del mundo en nuestros duros cráneos”.

Otra victoria reconocible de Lex es cuando se hizo con la presidencia de los Estados Unidos, que, de no ser por su obsesión insana, habría sido un período de enorme prosperidad para todo el orbe.

Como punto aparte, comprenderán que su escritor sufrió con la adaptación de Luthor al universo cinematográfico. Incluso en una lectura simple, se puede ver que detrás del genio magnate hay algo más, perdura en su mente un deseo (terriblemente ejecutado) de bienestar por la humanidad. No solo es un loco malvado que quiere que Superman muera porque… ¿Sí? Nunca se explica con claridad.

¿Acaso Lex podrá acabar con su obsesión? Desde el punto de vista humano, ¿quién es verdaderamente el malo aquí? ¿Superman o su rival más infame? Volviendo al inicio del artículo, todo depende de los ojos que lo vean y su interpretación. La eterna pelea entre el Hombre del Mañana y el hombre más inteligente del mundo, no es blanca ni negra. Es gris.

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